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La inspiración no se fuerza

 

   "La inspiración no se fuerza". Y aquí podría poner el punto y final del post, porque creo que más claro no se puede decir. Sin embargo, desde que comencé en esta aventura, navegando por multitud de foros y otros blogs en los que daban consejos a nuevos autores, he leído hasta la saciedad que deben ponerse metas diarias, en forma de "escribe X palabras cada día" o "plantéate un horario en algún tramo del día para escribir y hazlo una rutina". A ver, que a modo de aprendizaje, y para coger soltura, a la hora de teclear en el ordenador me parece bien, pero en absoluto para el desarrollo en serio de tu manuscrito. Esas recomendaciones las desaconsejaré siempre y, si lo piensas detenidamente, en esto me darás la razón.

   "Escribe 1.000, 2.000, 3.000 palabras al día". Imagínatelo, o hazlo. Preparas tu acogedor lugar de trabajo, enciendes el ordenador, abres el archivo de tu proyecto y comienzas a teclear, porque así te lo propusiste, hasta alcanzar la meta. Ahora detente, vuelve a la primera línea que escribiste y lee. ¿Te gusta? ¿No tienes ganas de clicar en la opción seleccionar todo y después en la de eliminar? ¡Vaya! ¡Quizá hoy, después de todo, estuvieras inspirado! Si este fuera el caso, apágalo todo, que hoy has terminado, pero mañana vuelve. Y lo haces. Y repites el proceso. Al leerlo puede que te guste algo menos, o tal vez saliera bien, pero esto no va a durar mucho. ¿Cómo? ¿Me preguntas el porqué? Fácil: Porque este proceso que estamos llamando tan fríamente como escribir no es matemático. Se trata de una expresión artística, lo que conlleva una predisposición que no puedes forzar, y plantearte una meta diaria de x palabras escritas se convierte en una obligación. Sí, sé que lo sabes, tan bien como yo, que aquello que se hace por obligación, que tienes que hacer sí o sí aunque en determinado momento no quieras o no te apetezca, va a reportarte resultados no deseados, malos, desechables.

   "Escribe por las mañanas, tardes, noches, antes de ir a trabajar, o antes de acostarte..." Volvemos al espinoso asunto de la obligación. Pongamos que estás cansado, que tienes otras tareas pendientes, que no te apetece... Pero oye, recuerda que nos propusimos una meta, no me importa que no encuentres tiempo o que tus amigos te hayan invitado a salir a tomar algo, o que debas levantarte temprano para trabajar y no queden muchas horas de descanso. Tenemos que escribir, es nuestra rutina, ¿no? Pues te lo vuelvo a decir: La obligación, aunque no lo hiciera al principio, terminará llevando a la apatía, al cansancio, al hastío y la frustración. Y al final, te lo aseguro, lo mandas todo a tomar por saco.

   Creo que es de Perogrullo; si quieres obtener los mejores resultados no puedes obligarte a hacer algo que no quieres, o cuando no quieres. Distinto es decir "va, voy a dejar esto y ponerme un rato al ordenador, que tengo una idea en la cabeza y si no me pongo de una vez, no lo hago". Hay mucha, mucha diferencia entre hacer algo como obligación y el obligarte en determinado momento a hacer algo que tienes pendiente y que en realidad quieres hacer. La inspiración viene, cuando menos te lo esperas, no puedes hacerla llegar por narices, y ver la pantalla vacía delante muy probablemente va a retrasar su llegada.

   Mi consejo entonces: Siéntate frente al teclado cuando te apetezca, cuando las ideas para tu proyecto retumben en tu cabeza, cuando sientas que debes darle forma. ¿Que pasan tres semanas desde la última vez que editaste el archivo? ¡Como si son dos años! Ya habrás escuchado lo del bloqueo del escritor, que cuando no llega, no llega, hay que aceptarlo. Si no lo haces, no vas a quedar contento con el resultado, ni tendrá la calidad que esperabas. ¿Es eso lo que quieres ofrecer a tus potenciales lectores o, muy al contrario, quieres que lean tu mejor versión, aquella que salió sola, de la que más orgulloso te vas a sentir? Lo repito una última vez: La inspiración no se fuerza.





Jorge A. Garrido

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